La pesca y la acuicultura

La pesca
   - La muerte industrializada
   - Trampas mortales
   - Sufrimiento y muertes incalculables
   - La “sobrepesca”: exterminación
La acuicultura: la concentración del horror
Acuarios: jaulas minúsculas
La pesca “recreativa”

La muerte industrializada

La pesca industrial es extremadamente cruel y el número de víctimas es enorme.
Aproximadamente un cuarto de las capturas es devuelto al mar. Un tercio se utiliza para hacer harinas o aceites de pescado que, entre otros usos, servirán para alimentar a los animales de cría, principalmente peces o crustáceos.
Este tipo de pesca supone la muerte de millones de peces cada año y para ellos la muerte no es ni rápida ni indolora.

Una caza sin piedad

La pesca de arrastre consiste en la persecución de un banco de peces usando una red enorme. A menudo, una cadena unida a la parte baja de la red remueve el fondo del mar para hacer que los animales salgan a la superficie. Esta técnica deja tras de sí un terreno desolado. Los peces, aterrorizados, nadan hasta el agotamiento. Amontonados en el fondo de la red, se aplastan los unos a los otros durante horas junto con piedras y materiales diversos recogidos por la red. Comprimidos de esta manera y teniendo los costados en carne viva, a veces no pueden ni respirar.

Al sacar las redes de las profundidades, la descompresión hace que sus vejigas natatorias exploten, se les salgan los ojos de las órbitas o el esófago y el estómago por la boca. A los peces pequeños se les mete en hielo y se les deja agonizar, asfixiándose o siendo aplastados por las siguientes capas de peces. A los más grandes se les destripa vivos. Mientras tanto, se tiran por la borda los peces no deseados (“desechos”), que a veces son la mayoría de la captura, pudiendo usarse para ello horcas metálicas.

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Trampas mortales

La pesca de cerco: encerrados

Esta técnica de cercado se utiliza para capturas de superficie (sardinas, anchoas, arenques, atunes...). El barco despliega una red vertical, giratoria y corrediza, a veces de varios kilómetros de longitud, alrededor de un banco de peces. Esta red, que mide 100 metros de alto, se cierra rápidamente, se saca del agua y se vacía en salmuera líquida cuya temperatura se encuentra por debajo de los cero grados. Los peces que no mueren aplastados o asfixiados lo hacen debido al choque térmico.

La pesca con redes de cortina: atrapados

En pocas horas los pescadores pueden instalar hasta 2,5 kilómetros de redes de cortina: redes de varias decenas de metros que cuelgan bajo la superficie. Los peces que nadan hacia ellas no las ven, meten la cabeza en las mallas y quedan atrapados. Intentan retroceder, pero la red, enganchada a sus aletas o branquias, se lo impide. Por lo tanto, muchos mueren asfixiados. Otros luchan para liberarse de las mallas, hiriéndose, cortándose y muriendo desangrados. Las redes no se sacan del agua todos los días, por lo que la agonía puede durar bastante tiempo. Los peces inmovilizados son devorados por los piojos de mar o son presa fácil para otras especies. Al sacar las redes, a los peces se les extrae con un gancho.

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Sufrimiento y muertes incalculables

La pesca con palangre: torturados durante horas

El palangre es una cuerda larga, que puede medir varios kilómetros, de la que cuelgan cientos de anzuelos dotados con un cebo. Tanto en el fondo o como en superficie, el palangre sirve para capturar peces de gran tamaño (peces espada, atunes o tiburones). Muchos de ellos se tragan el anzuelo y, al intentar liberarse, se desgarran el estómago. Estas cuerdas no se sacan del agua hasta el día siguiente, lo que significa que los peces pueden permanecer así ensartados durante bastante tiempo.

La captura “desecho”

Aproximadamente el 25% de la captura mundial se desecha debido al tamaño o a la especie. Los peces vuelven al mar muertos, heridos o extremadamente debilitados.
Parece que la matanza empeora desde que se establecieron las “tallas mínimas” y las “cuotas de captura autorizadas”, implantadas como medida de protección. Los alevines son capturados y devueltos rápidamente al mar, normalmente muertos. Del mismo modo, en cuanto se alcanzan las cuotas de captura, todos los peces de esa misma especie se devuelven al mar. Como las cuotas de las otras especies no se alcanzan al mismo tiempo, la razia continúa y los peces de las cuotas ya alcanzadas son lanzados por la borda.

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La “sobrepesca”: exterminación

Utilizamos el término “sobrepesca” cuando la razia es tan atroz que las poblaciones de peces no llegan a renovarse y su número disminuye tanto que llegan a rozar la desaparición total.
Los economistas e incluso los ecologistas hablan de “degradación de los recursos pesqueros”. De hecho, la masacre ha llegado a tomar tales proporciones que se está convirtiendo en una exterminación en toda regla.
Las poblaciones de peces “sobreexplotados” han aumentado: de un 10% en 1974 se ha llegado a un 30% en 2011. Para el 60% de estas poblaciones, el límite máximo de pesca ya se ha alcanzado.
Y sin embargo, la amplitud de esta masacre está más que infravalorada: la sobrepesca ya ha exterminado completamente a varias poblaciones de peces. Y, a pesar del aumento del número de barcos y de su perfeccionamiento, las capturas no sobrepasan los 90 millones de toneladas al año desde hace 20 años. Los barcos profundizan cada vez más, capturan especies desconocidas y pescan cada vez más alevines, por lo que el número de víctimas no deja de aumentar.

La pesca es la causa de una extinción masiva de especies marinas y tiene un efecto desastroso en los ecosistemas, de manera más acusada que la contaminación, la degradación del agua o el calentamiento global.
La pesca se traduce en sufrimientos espantosos e incalculables muertes.

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La acuicultura: la concentración del horror

La producción mundial crece de manera vertiginosa. Los criaderos producen actualmente más del 50% de los mariscos y peces que se consumen.
Cientos de billones de peces experimentan una corta y mísera vida comprimidos en jaulas sumergidas en el agua, en piscinas o en tanques. Algunos criaderos albergan hasta medio millón de animales.
Este hacinamiento provoca estrés, frustración y agresividad, además de heridas frecuentes. Los animales sufren, infestados de parásitos (los piojos de mar los devoran vivos) y con infecciones graves de manera recurrente, generando una tasa de mortalidad alarmante que, a menudo, sobrepasa la que se puede dar en las peores ganaderías.

Al igual que los crustáceos, los peces más apreciados son generalmente carnívoros, a los que se alimenta, en parte, con pequeños peces salvajes (conocidos como “peces forraje”) que se pescan deliberadamente para hacer harina o aceite.

A veces se les aturde antes de matarlos: los golpes pueden herirles sin por ello dejarles inconsciente. La electrocución deja a un 10% de los peces todavía conscientes. En cuanto a la técnica de saturación del agua con CO2, las instancias europeas la han calificado de “penosa” e “inhumana”. En la mayoría de los casos, los peces mueren lentamente por asfixia al aire libre. A muchos se les desangra y destripa siendo aún conscientes.

Los criaderos acuícolas son responsables de un número de víctimas mayor que el conjunto formado por los criaderos de pollos, cerdos, ovejas, vacas, terneras, cabras, caballos, etc.
Si no hacemos nada, la producción aumentará en 29 millones de toneladas durante los próximos diez años. ¿Cuántos cientos de billones de víctimas más hacen falta?

Acuarios: jaulas minúsculas

Los peces, comúnmente usados en la experimentación animal, son también una gran parte de “nuestros animales domésticos”.
Nerviosos y frágiles, cientos de millones de peces “de decoración” se pudren en minúsculas jaulas de cristal. Aquí estancados son vulnerables a los cambios de temperatura y a los numerosos productos contaminantes del hogar.
Se les acribilla con tanto movimiento y ruido: encender la luz bruscamente puede alarmarles hasta tal punto que se golpean con las paredes del acuario y se matan. Las vibraciones de la tele, de una cadena de música o un portazo pueden estresarles tanto que llegan a desarrollar lesiones mortales.
Siempre los mismos pocos litros de agua en los que nadar y día tras día la misma comida: a menudo mueren de aburrimiento. Cuando pierden a un compañero, entran en depresión y a menudo mueren. La tasa de mortalidad es sorprendente. Únicamente el 10% sobrevive a los primeros días en el acuario y se les reemplaza varias veces al año. El coste que supone cada individuo es bastante bajo y ni siquiera existe para ellos ninguna ley que controle su comercio o sus “cuidados”.

Muchos mueren durante el transporte desde el lugar donde han sido capturados o desde el criadero. La misma captura elimina o hiere a centenas de millones de peces: hasta el 60% muere incluso antes de ser exportados.

La acuariofilia no es más que un capricho nuestro, pero cuyas consecuencias son trágicas para las víctimas.

La pesca “recreativa”

Tras herirse con el anzuelo, los peces víctimas de la pesca “recreativa” luchan desesperadamente e intentan escupirlo. Arrastrados por el sedal durante varios minutos, expulsan el gas de su vejiga natatoria, hundiéndose después, como si recibieran una descarga eléctrica intensa y prolongada; incluso mueren de agotamiento antes de salir del agua. La pesca con caña provoca terror y dolor.
Los pescadores capturan y depositan a bordo a los peces de mayor tamaño ensartándolos con un bichero y a veces desollados vivos. Muchos pescadores cuelgan la captura con una cuerda que les atraviesa la boca y les sale por las aberturas branquiales, dejándolos así en el agua durante horas.
La mayor parte de las víctimas agonizan y se asfixian lentamente. Una carpa puede sufrir de este modo durante más de una hora fuera del agua.
El pescador que libera a los peces que ha capturado les inflige del mismo modo una herida generalmente fatal. Muchos de estos peces liberados conservan el anzuelo clavado en las branquias o en los órganos internos y mueren de hambre o por infección.
La pesca es también una tortura que se inflige a números peces de menor talla y que se usan como cebo, a los cuales se les atraviesa el lomo, la boca o los ojos con un anzuelo.
La pesca recreativa no es ni mucho menos pacífica. No tenemos derecho a hacer sufrir de este modo a los peces o a causarles la muerte sin necesidad. Por ello, la sociedad debe prohibir este tipo de pasatiempos.